Es karateca, estudiante de educación física y ciudadana. Su dedicatoria a los presos políticos mapuche luego de ganar la medalla de oro en karate, en los pasados Juegos ODESUR, no pasó inadvertida. Tampoco pasa inadvertida, para muchos niños sanbernardinos, la escuela de karate que ha sacado adelante junto a su pareja, en una lucha contra la peor cara del neoliberalismo y la falta de oportunidades. Conversamos con ella para conocer sus perspectivas sobre el deporte, la política, nuestras raíces y el trabajo territorial.
Por: Felipe Sandoval - Fotografías:
Cortesía
de Lorena Salamanca
- ¿Cuál
fue tu motivación al
reivindicar la lucha del pueblo mapuche y su derecho a la autodefensa
luego de tu logro deportivo?
El saludo que mandé
después de
obtener la medalla fue por los presos políticos
mapuche, por la guerra que en estos momentos se está
dando en el sur de Chile. El día
antes de la competencia conversé
con mis cercanos y les dije que si ganaba, iba a decir algo
sobre los presos políticos
mapuche. Fue por utilizar una tribuna que era mínima
para poder decir algo que está
ocurriendo. No tengo un vínculo
oficial con organizaciones mapuche, pero simplemente por ser joven,
ciudadana, una persona que camina y respira, tengo que tener una
opinión. No porque sea
deportista no voy a tener una opinión
política o social frente
a situaciones que realmente están
ocurriendo en nuestro país.
-
¿Cómo
piensas tu vínculo
entre la actividad deportiva y nuestras raíces?
Hubo algo que me
marcó bastante en los
tiempos en que empecé a
competir internacionalmente. Es súper
fuerte para los chilenos esta experiencia. No sé
si tiene que ver con los países
del tercer mundo o con los países
latinoamericanos, pero siempre que enfrentamos a una potencia ya
vamos a perdedores, antes siquiera de competir. A lo largo de mi
carrera, comencé a
conocer deportistas de otros países
y unos que me marcaron fueron los cubanos. Cuba es una potencia
deportiva a nivel Panamericano, están
segundos después de
Estados Unidos. Incluso con la diferencia de infraestructura tienen
campeones olímpicos.
Ellos siempre cuando competían,
se paraban de igual a igual con sus oponentes y conseguían
buenos resultados. Yo me preguntaba en qué
puedo afirmarme para sentirme así.
Luego, en la última
preparación que tuvimos
para el ODESUR fuimos a Egipto, donde las personas tenían
mucho amor a sus raíces
y las defendían con el
alma. Fuimos a las pirámides
los primeros días y yo
pensaba “qué
lata que en Chile esto no pase”,
pero reflexioné que en
Latinoamérica teníamos
un imperio inca que nos destruyeron, toda nuestra historia se nos
destruyó. No tenemos ni
siquiera la posibilidad de ser orgullosos de nuestras raíces
porque nos las destruyeron. Hasta el día
de hoy eso está ocurriendo,
no nos sentimos mapuche. En esta misma sociedad, ser parecido a un
mapuche se ve casi como una ofensa, y pensé
que ya no puede ser esto. Cómo
valorar tanto otro lugar siendo que en América
Latina tenemos estas mismas cosas. Dije que voy a tomar esto, y mi
sangre mapuche es la que me va a hacer ganar y lograr metas
deportivas.
-
Como deportista, ¿cómo
entiendes tu rol dentro de la política?
Lo entiendo como que
aparte de críticas y
opiniones tengo que tener propuestas constructivas. Es fácil
reclamar o decir “no
estoy de acuerdo con esto” si
no hay una propuesta de construcción
de por medio. El vínculo
para mí, con la
política, tiene que ver
con lo que se hace a diario. En la calle, en la población
en este caso, a través
de lo que hago y de lo que mejor sé
hacer: el karate y el deporte. Pienso que ése
es mi compromiso con la política,
pero no como se entiende de manera ordinaria, con los votos y
partidos políticos.
Tiene que ver con lo que ocurre día
a día en nuestra
sociedad, con cuánto
cuesta el pan, las verduras, la educación,
etcétera. Por eso, con
Fernando, mi pareja, tenemos una escuela de karate en San Bernardo,
la cual estamos agrandando. Ahí
tenemos a alumnos campeones nacionales juveniles y medallistas
sudamericanos. Ellos son de la pobla, con pocos recursos e inmersos
en un mundo relacionado con droga, prostitución,
deserción
escolar, y gracias al karate se han subido a aviones y han viajado a
otros países.
-
¿Cómo
se contrasta esto con los altos costos de la práctica
profesional del deporte?
El deporte de alto
rendimiento es bastante elitista. Yo misma lo veo cuando entreno, hay
lugares donde se dan todos los deportes de las escuelas formativas, y
una ve a los niños que
llegan con sus papás en
camionetas grandes a entrenar. Para llegar a ser deportista de alto
rendimiento pasan muchos años,
para eso tienes que tener también
el apoyo, no sólo moral,
sino también
económico. Los
implementos, el tratamiento de lesiones, la alimentación,
todo tiene que ver con plata y con tiempo. Un papá
que trabaja de sol a sombra no puede ir con el hijo al
entrenamiento y esperarlo en su clase, llevarlo al otro día,
pagar los implementos, las inscripciones a los torneos, etcétera.
Se ha pensado en lo malo que es que pocos de los deportistas de alto
rendimiento que hemos logrado medallas internacionales seamos de
estratos obreros o humildes.
Pero en cambio, los
deportes de combate históricamente
han sido deportes proletarios, y el karate particularmente se
practica sin ningún
implemento y sin zapatos. Eso lo hace más
accesible. Para poder empezar a hacer clases de karate a los niños
sólo los reunimos y las
hacemos.
-
¿Cómo
sientes que tu disciplina puede ser un elemento transformador de la
sociedad?
La idea es que a
través del deporte, los
niños aparte de ir
obteniendo lo que éste
entrega que es disciplina, convicción,
autosuperación física
y mental, también puedan
optar al aspecto competitivo, y más
adelante poder ir a torneos nacionales, internacionales, y quién
sabe, llegar a ser medallistas. Así
además pueden
optar a los “beneficios”
de un deportista destacado. Son mayores a las expectativas que
pueden tener como cualquier persona que sale de cuarto medio en un
colegio técnico y se
pone a trabajar. En los mismos estudios tienen posibilidades de beca,
yo misma tengo cien por ciento de beca. Que también
puedan viajar. Para mí era
impensable haber viajado a todos los países
que he viajado. Es la idea, que los niños
puedan más adelante
competir y tener más
opciones de las que nosotros tuvimos, para romper un poco con el
destino.
la weá politizá, aprendan a separar las cosas polluelos
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