Se apagan las
luces. Se corre el telón. Alguien tose entre el público, otro
whatsappea como si nada pasase, pero la mayoría está expectante,
impaciente. Los focos de colores apuntan al escenario y en el centro
aparece una silueta conocida por todos los presentes...
– Venerable
público, hemos regresado. En gloria y majestad, con ganas de
revolver la olla y ladrar como perros en celo como hemos hecho
siempre. Somos Revista Sorbete Letelier.
El público de la
Sala La Reforma (ex Sala Isidora Zegers) aplaude desesperado. Se
duplican los socios inscritos a la revista. Algunos desmayos –
producto de la incontenible emoción – son atendidos oportunamente
en la sala de emergencias, cuyo personal médico ha dado “me gusta”
a las recientes publicaciones del pasquín en Facebook.
– En esta ocasión
les queremos hablar de la importancia de los espacios de incidencia
estudiantil. Sabemos lo fácil que es criticar porque vivimos
haciéndolo... – el público ríe – pero jamás una
crítica por sí sola es suficiente para solucionar un problema o
generar un proceso de cambio. Por eso les ofrecemos una tribuna para
conocer las distintas iniciativas estudiantiles activas, como también
un manual para denunciar correctamente un problema.
Los asistentes
lloran de emoción. Se triplican los socios inscritos a la revista y
el tarro metálico de aportes monetarios debe ser reemplazado por un
enorme barril.
– Aprovechamos de
saludar a nuestros colegas que han optado por probar nuevos caminos
disputando el puesto de la representación local estudiantil.
Recordaremos siempre su aporte con una lágrima en nuestros ojos, y
ya saben que si les patean el trasero en las urnas, los recibiremos
de vuelta con los brazos abiertos.
El público
frenético ovaciona, aplaude y chilla. Llegamos a los 1000 likes y
nuestro blog consigue sponsors, seducidos por nuestro titánico
tráfico web. La situación se escapa de control cuando algunos
listillos, bajo el impulso de besar a sus ídolos, intentan subir al
escenario siendo su ejemplo seguido por la multitud completa, cuando
de pronto...
– ¡DESPIERTA!
¿Terminaste de redactar la editorial? – pregunta furioso el Sr.
Diagramador.
– ¡Mierda, me
dormí sobre el teclado! – atendió afligido el Sr. Redactor.
Mientras, la saliva
y los anhelos de democracia escurrían por entre las teclas.
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