9 jul 2014
La inexorable vejez del oído
Por Akela. Publicado originalmente en Revista Sorbete Letelier No. 2
Pregunta rápida: ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste “Viejo, Justin Bieber vale callampa”? Si me dieran una moneda por cada vez que he escuchado esto, no solo sería millonario, sería como súper-hiper millonario; tendría autos, minas y fundaría una universidad privada para enseñar lo muy millonario que soy... Hablando en serio, todos hemos escuchado esta opinión una y otra vez, incluso la hemos hecho un montón de veces cuando escuchamos por la radio como lanzan la nueva canción de Nicki Minaj, One Direction, Die Antwoord y Katy Perry y hemos gritado “¡¡¡¡QUÉ CRESTA LE PASA A LA MÚSICA DE AHORA!!!!” ¿Es que acaso todo se fue al carajo? ¿La industria finalmente logró vencer a la buena y vieja música original y la transformó en un paquete que se ensambla y se vende? ¿Qué pasó con aquellos tiempos donde The Beatles, Queen, los Rolling Stones, Nirvana o Pearl Jam eran estrellas de verdad, se escuchaban en todas las radios y la gente joven los amaba? ¿En qué momento la juventud se desvió tanto?
Bueno, la respuesta es sencilla y abrumadora: te estas poniendo viejo.
Si hay un comentario repetido y añejo en la historia de la humanidad es “En mis tiempos las cosas eran mejores”. Aquel tópico de que “todo tiempo pasado fue mejor” lo dijeron los egipcios cuando fueron conquistados por los romanos; lo dijeron los romanos cuando fueron conquistados por los bárbaros; lo dijeron tus abuelos cuando salió electo Alessandri y es probable que tus papás lo hayan dicho la primera vez que te pusiste a escuchar System of a Down. Y ahora - ¡oh sorpresa! - lo estás diciendo tú. Esto es porque “en el pasado” fuiste joven, irresponsable y viviste tu vida como si el próximo paso no importara, lo cual es lo normal, así vivimos la juventud casi todos y fueron en esos años cuando aprendiste a apreciar la música y adquiriste un gusto musical determinado por tus alegrías, penas y frustraciones. Por eso molesta tanto que estas nuevas bandas o grupos musicales que no te gustan sean tan exitosas; representas un daño colateral para la industria musical que jugó con tus emociones más desatadas y hormonales, y ahora te deja de lado para pertenecer a otro rango etario. Ya van años en los cuales la industria juega con tus sentimientos.
Hace un tiempo, Koko Stambuk y Lady Gaga (y algunos otros críticos de internet que no recuerdo porque, bueno, son críticos de internet) dijeron que los “Jonas Brothers” eran los nuevos “The Beatles” y ardió Troya. Los fanáticos criticaron agresivamente a ambos artistas e hicieron extensos reclamos y denuncias debido a la extrema ridiculez de comparar a esta banda de jovencitos para jovencitas con los súper-hiper-mega talentosos y con los penes absurdamente enormes de los Beatles. Considerando que aún hoy existe una juventud que se excita con la banda de Liverpool, no es de extrañar que poca gente se haya dado cuenta de que “the Jonas Brothers” son de hecho bastante parecidos a los Beatles. Si tuviste un micro infarto cuando leíste esto, mejor anda a comentar tu desayuno por Twitter porque esto no es apto para hipsters. Primero, los Beatles fue la primera “BoyBand” de la industria; una banda de muchachos que hacían canciones románticas para muchachas: así fue como se hicieron conocidos y masificaron su música. En ese tiempo no existía el termino Boyband, pero sí eran considerados por todos como una “radio hit band”: una banda que basaba todo su potencial en canciones que pudieran ser masivamente solicitadas en las radios. Fue un experimento social de masas, y resultó tal como la industria quería: hordas de mujeres se agolpaban en los aeropuertos, teatros, estadios, chillando sin parar y desmayándose de hiperventilación. Se compraban discos, muchísimos discos, porque toda la máquina publicitaria de aquellos días los transformó en ídolos, en Dioses entre humanos. Claro, luego los Beatles conocieron el LCD y se pusieron rebeldes y revolucionarios (en un tiempo donde ser rebelde y revolucionario comenzó a vender, no nos hagamos los giles) y empezaron a sacar los mansos discos y la cacha 'e la espá', pero no hubiera existido jamás un “Stg. Pepper” o un “Revolver” de no ser porque “Please please me” fue un éxito comercial entre las adolescentes de la época... Y - ¡Oh, otra sorpresa! - es la misma historia que Jonas Brothers, exceptuando claro que estos aún no cumplen ni 7 años de carrera. Quien sabe, quizás en 10 o 15 años más saquen un disco revolucionario y se transformen en la banda más grande del mundo como lo fueron los Beatles, porque eventualmente esas niñas van a crecer, van a dejar de arrastrar la bolsa del pan y van a tener poder adquisitivo. Y entonces vamos a estar a merced de ellas, tal como ahora estamos empezando a consumir música y asistir a conciertos masivos comprando entradas carísimas. Lo único que nos molesta es que aquellos artistas que escuchábamos en nuestra niñez ya no son los que la industria quieren que los nuevos niños escuchen.
En resumen, estamos destinados a ser igual a nuestros padres respecto a la música que ahora escuchan los jóvenes, porque nuestro tiempo de ser irresponsables y libres por la vida ya pasó. Estamos en la Universidad, tenemos que pelear por la beca, los créditos, que el director económico nos quiera demandar y que de aquí a 10 años tenemos que tener una casa, hijos, casarnos y pagar impuestos. Que Justin Bieber, Nicki Minaj y Katy Perry ¿valen callampa? Obvio, pero no más de lo que valían los Backstreet boys, Cindy Lauper, Michael Jackson, Madonna, Kiss, Bon Jovi, N’Sync, Dido y porque no, “The Beatles”.
¿Y saben que tienen en común todas esas bandas? Son absurdamente masivas. Porque todos fueron jóvenes alguna vez.
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