La actual presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile nos recibió en su oficina, en medio del ajetreo previo a reuniones con el ministro de educación. Es estudiante de Medicina, milita en el Frente de Estudiantes Libertarios y en el tiempo que lleva de gestión, ha destacado su compromiso con el feminismo y su vinculación directa con asociaciones de trabajadores. Les invitamos a conocer las perspectivas que amablemente quiso compartir con Revista Sorbete Letelier en esta entrevista.
Por: Felipe Sandoval – Fotografías: Bernarda Castillo
Revista Sorbete Letelier – revista.sorbeteletelier@gmail.com
Un antes y un después en la educación
¿Qué significó para ti el 2011?
Fue un año bastante intenso. Lo viví como estudiante de base, organizando y apoyando las gestiones del centro de estudiantes con otros compañeros, realizando diferentes trabajos de articulación del cordón norte con estudiantes secundarios, trabajando en una comisión triestamental. Muchas iniciativas se levantaron ese año y permitieron aumentar el nivel de la formación política de quienes estábamos ahí. La militancia fue casi una necesidad, en la medida que muchas veces cuando uno hace un esfuerzo individual, puedes tener muchas ganas, buenas intenciones y voluntad, pero si no resulta, los niveles de frustración son súper grandes. Fue una necesidad tener una perspectiva mayor y más compañeros con los cuales discutir, repensar lo que estaba haciendo y también ir estableciendo prioridades. Fue un año de mucho aprendizaje, de ese que no está en las mallas curriculares, pero que permite comprender mucho mejor la realidad. Eso para un estudiante de cualquier disciplina es fundamental.
¿Debe entonces la malla curricular incorporar la perspectiva crítica?
Viendo de manera crítica la realidad, vemos en las disciplinas y en las profesiones en las cuales nos estamos formando una posibilidad de transformación. La vinculación que hay entre la universidad y las comunidades aledañas es prácticamente nula. Es una relación bastante instrumental, donde el estudiante es poco lo que entrega y mucho lo que se beneficia. El poder incorporar una mirada crítica a la disciplina que estamos aprendiendo fue también un aprendizaje grande del 2011.
Por otro lado hay una labor bastante olvidada de la universidad que es la extensión, cuyo concepto que se maneja es más bien asociado al marketing, a través de los programas “Futuro Estudiante” a los que se destinan muchos recursos para captar los mejores puntajes PSU para tener mejor financiamiento. Está también la extensión artística que cumple una labor importante de mostrar las artes en diferentes lugares pero todavía desde una mirada lejana y desde un acto bastante asistencial. No existe una vinculación real y directa entre la universidad y las comunidades en las que está inserta.
¿Hay responsables directos?
Se explica por un proceso histórico, desde la dictadura en adelante. El haber tratado de desmantelar las universidades estatales a través de la lógica del autofinanciamiento, donde tienen que competir con el resto de las universidades privadas para poder sobrevivir y eso por supuesto que distorsiona el sentido de la universidad. Hoy día no sé cómo podríamos hablar de una universidad realmente pública si el 90% de su financiamiento es a través de mecanismos privados, lo que condiciona también la venta de servicios, de la investigación y del conocimiento que se genera hacia los intereses privados. Pasa por un tema de voluntad política, tanto de las autoridades como de los propios estudiantes.
Feminismo y género
Las banderas del género te diferenciaron durante la campaña respecto al resto de las candidaturas. ¿Qué significa para ti el feminismo?
Hay muchos prejuicios y caricaturas. Se entiende muchas veces como que fuera lo contrario al machismo, o el posicionamiento de la mujer por sobre el hombre. El feminismo es un movimiento social histórico que ha luchado por la reivindicación dada por una realidad concreta, que es la distinta posición de género que tiene el hombre versus la mujer. En sus diferentes momentos históricos, el movimiento feminista ha peleado por distintas reivindicaciones: derechos laborales a principios de siglo XX, por tener un espacio en la política, por el derecho a voto, por el derecho a estudiar. Actualmente, si bien muchas personas dicen “pero esos son temas pasados”, “ya hay una presidenta mujer” o “hay muchas mujeres dirigentas”, la condición de la gran mayoría de las mujeres en Chile sigue siendo de subordinación y opresión. Siguen existiendo niveles escandalosos de violencia intrafamiliar, femicidio, abuso sexual, acoso callejero, violencia simbólica que se reproduce a través de los medios de comunicación y de la publicidad.
En Artes Centro se fundó la Secretaría de Género, los estudiantes secundarios manifestaron la inquietud y la Fech quiere instalar el tema. ¿Es éste el año del feminismo?
Ojalá. Hay una intención y una voluntad de muchas organizaciones de poder relevar el feminismo y las demandas de género y sexualidad al interior de todo el movimiento social. En ese sentido las organizaciones estudiantiles están al debe, ni siquiera han incorporado dentro de su consigna la educación no sexista. Hay muchas secretarías que se han levantado y eso requiere coordinación, estamos pensando en preparar un congreso de secretarías y organizaciones secundarias para dotar de contenido la educación no sexista y proponerlo a la Confech para que tengamos demandas en ese sentido. Está la potencialidad de hacerlo, depende del esfuerzo no sólo de los que estamos en la federación con cargos, sino de todos los estudiantes.
La Fech
Desde el principio de la gestión de esta mesa directiva se han notado algunos cambios: no hubo viaje tradicional a la playa, hubo trabajos territoriales. ¿A qué responden estos cambios?
Quisimos darle un giro a la semana mechona respecto a lo que se venía haciendo en años anteriores. No hacer el paseo fue decisión del Pleno del año pasado, porque se gastaba prácticamente un tercio del presupuesto de la federación en la semana mechona. Quisimos incluir el día de la vinculación territorial para mostrar a los compañeros que hay trabajos que se hacen durante todo el año y que busca también vincular la universidad y el quehacer de las disciplinas hacia las necesidades que tiene la gran mayoría de la población. Es tener una mirada de federación y de organización estudiantil. Nadie ha dicho que hay que eliminar las instancias de entretenimiento — el carrete oficial de los mechones se hizo de todas formas— pero también es necesario establecer prioridades. Hay tradiciones que son bastante nefastas al interior de la Chile, como las bienvenidas que se hacen en Derecho donde contratan streepers y vedettos, hasta lo que podemos cuestionar del mismo mechoneo. Lo que ocurrió en Juan Gómez Millas donde apuñalaron a un perro, donde los funcionarios casi se fueron a paro por la basura que dejaban los estudiantes después del carrete... Hay un montón de situaciones que se vienen manifestando, los estudiantes tenemos que ser capaces de cuestionarlas y cambiarlas.
Los porcentajes de participación activa en votos para la Fech no dista demasiado de las elecciones presidenciales o parlamentarias a nivel nacional. ¿Sientes que la Fech es representativa?
Hay varios factores que influyen en la baja participación. Por una parte, está que en el padrón electoral de la Fech están los estudiantes de posgrado, cuyo delegado recién este año se incorporó. Había una desvinculación total de esos estudiantes hacia la federación, por tanto era lógico que no participaran de la elección. Por otro lado, la desvinculación que existe de los estudiantes de base es una realidad que se ha intentado cambiar y es una necesidad que hace rato hemos diagnosticado. Hasta antes, la sola mesa directiva valía un 25% de la votación. Las secretarías por lo general no funcionan y si bien los consejeros están mandatados a participar de una secretaría, la mayoría de las veces no lo hacen. La estructura de la federación se quedó atrás respecto a las necesidades que tenemos hoy día, y siguen por tradición, un montón de cuestiones que son dañinas para la organización, que muchas veces deslegitiman a la federación y van alejando a los compañeros de participar. Eso es algo que pretendemos también abordar este año de distintas maneras, como desde tener un equipo de comunicaciones fuerte. Finalmente, la federación es la coordinación que tienen todos los centros de estudiantes y las facultades, por lo tanto, tiene que ser una herramienta útil para los trabajos de las facultades. Muchas veces los estudiantes no saben para qué cosas pueden contar con la federación, y eso es un trabajo de comunicaciones que se tienen que realizar.
¿Piensas que el tema sólo pasa por comunicación, o pretenden otras gestiones para mejorar la representatividad?
Hay varios puntos. Lo de comunicación ya se está trabajando, pero hay varias cosas, desde las cuentas públicas necesarias, desde la participación en asambleas, de que los estudiantes y los centros de estudiantes sepan que pueden contar con la mesa de la federación para nutrir sus informaciones, para bajar información más directamente. También nació una iniciativa para que los centros de estudiantes tengan que rendir cuentas del dinero que les entrega la federación, para saber qué se hace con esa plata. Más allá de la realización de un congreso, que yo creo que es completamente necesario, hay cuestiones y lógicas que tienen que ir cambiando por la propia acción de los estudiantes.
El Pleno Fech: ¿persigue los intereses del estudiantado o la dirección de los colectivos políticos?
Es un gran tema, de hecho cuando intentamos el año pasado levantar el congreso Fech, se discutió sobre la lógica de bancada que muchas veces se reproduce al interior del pleno. Que el consejero pueda votar algo distinto a lo que salió de su asamblea y más bien por una decisión de su colectivo u organización. Para mí son desviaciones y distorsiones de la política universitaria que muchas veces reproduce las lógicas de funcionamiento de la política tradicional. Eso ha ido cambiando, hay más mecanismos de control, tal vez no formales, pero se nota mucho más esa mirada de regulación por parte de los estudiantes. Pero creo que debiesen incluirse muchos más criterios y formas de orientar y hacer que la federación y la organización estudiantil en general sea más representativa y directa. Que la voz de los estudiantes llegue a las instancias de síntesis. Que los representantes estudiantiles estén encargados de darle dinamismo: hacer la tarea de bajar la información y subirla a tiempo, llevar una buena síntesis al Pleno, coordinar, poder establecer un cronograma... ésos son los tipos de tareas que les corresponde a los voceros estudiantiles, entonces falta todavía cambiar. Si bien ya hay un diagnóstico claro y una crítica bien grande por parte de los estudiantes, falta ahora dar el paso.
¿Hay bloques hegemónicos en la organización estudiantil que se opongan a esos cambios?
Yo creo que no hay esa oposición, pero hay comodidad en como funciona actualmente. El año pasado cuando se intentó levantar el Congreso Fech, me di cuenta que si la gran mayoría de las fuerzas políticas no tiene una apuesta política detrás de esa iniciativa, es muy difícil poder llevarla a cabo. Ahí tiene que haber una voluntad por parte de fuerzas políticas y también una interpelación de los estudiantes a las fuerzas políticas que conducen. Yo también creo que uno puede establecer una crítica bien dura a las fuerzas políticas, pero también hay un dejo de los estudiantes de no exigir mayores niveles de transparencia. También los estudiantes muchas veces estamos cómodos con cómo funcionan las cosas actualmente. Sí criticamos, sí decimos cosas, pero voluntad de cambio no se ve mucha.
Y tú al interior de la Fech, considerando que en años anteriores han ocurrido pasadas de máquina o decisiones unipersonales de las dirigencias: ¿te consideras representante o dirigente?
Es difícil el tema de la representación, porque no se logra hacer síntesis en posturas antagónicas, y en la universidad hay muchísimas posturas distintas. El tema de la dirigencia es más difícil aún, porque no sé cuáles son las posibilidades reales de dirigir algo, menos el movimiento estudiantil... lo que pasó el 2011 sobrepasó las expectativas de cualquier organización política. Entonces, más que cualquiera de esos conceptos, a mí más bien me corresponde el de vocera del movimiento estudiantil. De ir rescatando las reflexiones que se han ido dando de años anteriores... El sector estudiantil es muy dinámico generacionalmente, llevamos tres años desde el 2011, y debemos poder refrescar la memoria de lo que ya hemos construido para no volver de cero. También hemos tratado de tener harto cuidado a la hora de hacer convocatorias a marchas, para justamente no generar esa suspicacia que a veces hay dentro de los estudiantes: “si no hubo asamblea, ¿cómo se decidió esta cuestión?”.
Triestamentalidad, Democracia y Cogobierno
Calificaste al Senado Universitario como “un aliado” ahora que está discutiendo la participación de estudiantes y funcionarios en el voto de rector. ¿Se consiguen las aspiraciones triestamentales en una cancha tan desigual como es el Senado?
En general yo tengo una mirada bien crítica del Senado Universitario. Fue aliado el 2011 para el movimiento estudiantil. Hubo también un hito importante que fue una resolución de Contraloría el año pasado que le dio un resultado favorable y tengo la impresión que le dio más peso frente al Consejo Universitario. Históricamente, el Senado nunca ha logrado ganarle un gallito y eso se ve todos los años con la discusión sobre presupuesto, donde el Senado lo rechaza y finalmente se termina aprobando por el Consejo, en donde sólo tenemos voz — bastante testimonial— y no tenemos posibilidad de votar, ni incidir en las decisiones que ahí se toman. A mí me gustaría que la estructura de gobierno universitario fuera distinta y que la comunidad universitaria pudiese participar realmente de las decisiones, de cómo se distribuye el presupuesto, de cuáles son las políticas que se generan al interior de la universidad, pero también creo que cuesta llegar a ese objetivo que se llama cogobierno, porque al interior de la comunidad universitaria genera bastante resistencia, entre los académicos principalmente y también entre los estudiantes, donde se ha ido instalando una lógica muy clientelar, donde el estudiante viene, paga por un servicio y exige como un consumidor pero no se hace responsable de lo que ocurre.
Hay posturas también reacias a generar cambios al interior de la universidad y eso va no sólo por la baja representación de los estudiantes y los funcionarios, sino por las fuerzas políticas que hay al interior del Senado Universitario. Si bien nosotros deseamos más cargos formales dentro de la estructura de gobierno universitario y nos gustaría participar tanto de las elecciones de rector como de las decisiones que se toman en Consejo Universitario, también tiene que ver con cuál es el grado de organización que tienen los estudiantes. No nos sirve solamente ganar más puestos que después (y nos ha pasado) no tenemos cómo llenar.
¿Piensas que la vía institucional es la correcta para generar cambios hacia la triestamentalidad?
Yo creo que exclusivamente desde iniciativas institucionales no hay posibilidad de transformar realmente la estructura de gobierno universitario. La vía institucional sin un proceso de movilización detrás es una vía infértil, porque pasa exclusivamente por un proceso de correlación de fuerzas. Pero sí creo que los procesos de movilización tienen que hacer cambios en la institucionalidad, y eso muchas veces sí se genera: con las tomas internas y con los procesos locales (se desarrollaron varios el 2013) que se resuelven.
¿Por qué estudiantes y funcionarios deberían votar por el rector y aspirar a más instancias triestamentales?
Justamente porque somos una comunidad universitaria, no un supermercado. Lamentablemente en la lógica de la educación de mercado funciona así... En vez de resolver problemas a través de canales de organización y del derecho a construir el perfil de profesional, más bien quiero ir a reclamar porque el servicio se me entregó mal, y prefiero ir al SERNAC (Servicio Nacional del Consumidor) a que me solucionen el problema antes de sentirme parte del proceso y de querer demandar más participación. Ésa es la lógica que tenemos que cambiar, y que implica también revisar procesos históricos anteriores como fue la reforma del 67-68 donde los funcionarios tenían posibilidades de estudiar carreras universitarias, donde podíamos tomar la decisión en conjunto de hacia dónde se destinan los recursos. Si tuviésemos una comunidad universitaria empoderada y que tomara las decisiones, seríamos capaces de decir “le ponemos prioridad a los compañeros de INAP que hoy día no tienen sede”, “le ponemos prioridad a que no se disminuya la matrícula y se cierren unidades de las carreras menos rentables”, porque hoy día como todo funciona bajo lógicas de mercado, las carreras más precarizadas son las que no son de esta elite del mercado laboral. Finalmente es la lógica del control comunitario, porque ningún otro factor de regulación va a ser más fuerte que el de comunidades que participen.
Monseñor Ezzati señaló que la educación gratuita podría desencadenar que volviésemos a “sistemas estatistas obsoletos”. Anteriormente la Iglesia Católica cuestionó la reforma que se quiso hacer en la educación a partir del 2006. ¿Cuál crees que debe ser el rol de las religiones en torno a la reforma educacional?
En este debate de la reforma educacional empiezan a haber defensas corporativas bien fuertes. Cada rector o institución defendiendo su rancho y tratando de tener un poco más de recursos, pero la discusión sobre el nuevo sistema educativo debe sobrepasar las defensas corporativas. Debe ser un debate de cuál es a futuro el modelo que queremos. Cuando se empieza a confundir quiénes cumplen labores públicas y se empieza a decir que los privados las cumplen, es tremendamente peligroso. Es una discusión compleja porque empezamos a hablar de cuál es el modelo de Estado que queremos. Si queremos o no continuar con la lógica subsidiaria, donde más del 80% de la matrícula es privada y el Estado a través de becas y créditos subvenciona a otros para que cumplan la labor educativa, que pueden ser proyectos ideológicos súper específicos como lo es el proyecto católico. Es legítimo preguntarse si la gran mayoría de los chilenos a través del Estado queremos financiar proyectos altamente específicos como el de la Universidad Católica y de la Universidad de los Andes. Entonces a mí me parece una locura cuando se cuestiona que el Estado deba tener una relación distinta con sus propias universidades, cuando es lo lógico que si la sociedad quiere tener universidades, es a través del Estado la forma con la que lo puede canalizar. Entonces, se han generado hartas resistencias a esta discusión, incluso cuando la reforma educacional que plantea el gobierno no pretende una transformación estructural del modelo educativo como lo hemos exigido los estudiantes.
Con el lucro operando pese a estar prohibido por ley, ¿existe solución en el Chile actual?
Pasa lo mismo que adentro de la universidad. Es un asunto de correlación de fuerzas, y no con los parlamentarios y ex dirigentes estudiantiles, sino contra los empresarios de la educación que son un tremendo poder. ¡Sólo las tres universidades que pertenecen a Laureate — red internacional de universidades privadas, en Chile dueños de Universidad de Las Américas, Universidad Andrés Bello y Universidad Viña del Mar— representan el 10% de la matrícula total de la educación superior! Estamos hablando de dimensiones gigantescas y es a los grupos económicos a quienes tenemos que hacer el peso. Hoy el poder político es un instrumento para el poder económico. Las posibilidades más bien están en cuál sea la fuerza que nosotros logramos acumular. Tenemos que estar atentos a los momentos en que haya resolución de ciertos aspectos del conflicto porque resolución de todo el modelo no va a haber, al menos en el corto plazo, por lo tanto la capacidad que tengamos los estudiantes de darle proyección a la lucha estudiantil y de entender que esto no se acaba con la reforma de Bachelet es lo importante.
También el movimiento estudiantil debe aprender a ganar, porque llevamos tantos años en una lucha que pareciera ser infértil, aunque gane en otros sentidos, como haber cambiado los sentidos comunes del país, haber cuestionado todo el modelo de democracia, haber posicionado nuestras organizaciones estudiantiles, haber motivado a otras organizaciones sociales a levantarse... Pero aún no hemos ganado en el tema de las demandas. A veces tengo la sensación de que existe un temor a amarrar ciertas demandas pensando que eso pudiese liquidar al movimiento estudiantil, y yo creo que éste tiene que constituirse como un actor permanente en la sociedad chilena.
Futuro distópico. Año 2020, la educación pública murió. Dra. Sepúlveda: ¿qué dice la autopsia?
En general yo tengo una mirada bien crítica del Senado Universitario. Fue aliado el 2011 para el movimiento estudiantil. Hubo también un hito importante que fue una resolución de Contraloría el año pasado que le dio un resultado favorable y tengo la impresión que le dio más peso frente al Consejo Universitario. Históricamente, el Senado nunca ha logrado ganarle un gallito y eso se ve todos los años con la discusión sobre presupuesto, donde el Senado lo rechaza y finalmente se termina aprobando por el Consejo, en donde sólo tenemos voz — bastante testimonial— y no tenemos posibilidad de votar, ni incidir en las decisiones que ahí se toman. A mí me gustaría que la estructura de gobierno universitario fuera distinta y que la comunidad universitaria pudiese participar realmente de las decisiones, de cómo se distribuye el presupuesto, de cuáles son las políticas que se generan al interior de la universidad, pero también creo que cuesta llegar a ese objetivo que se llama cogobierno, porque al interior de la comunidad universitaria genera bastante resistencia, entre los académicos principalmente y también entre los estudiantes, donde se ha ido instalando una lógica muy clientelar, donde el estudiante viene, paga por un servicio y exige como un consumidor pero no se hace responsable de lo que ocurre.
Hay posturas también reacias a generar cambios al interior de la universidad y eso va no sólo por la baja representación de los estudiantes y los funcionarios, sino por las fuerzas políticas que hay al interior del Senado Universitario. Si bien nosotros deseamos más cargos formales dentro de la estructura de gobierno universitario y nos gustaría participar tanto de las elecciones de rector como de las decisiones que se toman en Consejo Universitario, también tiene que ver con cuál es el grado de organización que tienen los estudiantes. No nos sirve solamente ganar más puestos que después (y nos ha pasado) no tenemos cómo llenar.
¿Piensas que la vía institucional es la correcta para generar cambios hacia la triestamentalidad?
Yo creo que exclusivamente desde iniciativas institucionales no hay posibilidad de transformar realmente la estructura de gobierno universitario. La vía institucional sin un proceso de movilización detrás es una vía infértil, porque pasa exclusivamente por un proceso de correlación de fuerzas. Pero sí creo que los procesos de movilización tienen que hacer cambios en la institucionalidad, y eso muchas veces sí se genera: con las tomas internas y con los procesos locales (se desarrollaron varios el 2013) que se resuelven.
¿Por qué estudiantes y funcionarios deberían votar por el rector y aspirar a más instancias triestamentales?
Justamente porque somos una comunidad universitaria, no un supermercado. Lamentablemente en la lógica de la educación de mercado funciona así... En vez de resolver problemas a través de canales de organización y del derecho a construir el perfil de profesional, más bien quiero ir a reclamar porque el servicio se me entregó mal, y prefiero ir al SERNAC (Servicio Nacional del Consumidor) a que me solucionen el problema antes de sentirme parte del proceso y de querer demandar más participación. Ésa es la lógica que tenemos que cambiar, y que implica también revisar procesos históricos anteriores como fue la reforma del 67-68 donde los funcionarios tenían posibilidades de estudiar carreras universitarias, donde podíamos tomar la decisión en conjunto de hacia dónde se destinan los recursos. Si tuviésemos una comunidad universitaria empoderada y que tomara las decisiones, seríamos capaces de decir “le ponemos prioridad a los compañeros de INAP que hoy día no tienen sede”, “le ponemos prioridad a que no se disminuya la matrícula y se cierren unidades de las carreras menos rentables”, porque hoy día como todo funciona bajo lógicas de mercado, las carreras más precarizadas son las que no son de esta elite del mercado laboral. Finalmente es la lógica del control comunitario, porque ningún otro factor de regulación va a ser más fuerte que el de comunidades que participen.
La educación
Monseñor Ezzati señaló que la educación gratuita podría desencadenar que volviésemos a “sistemas estatistas obsoletos”. Anteriormente la Iglesia Católica cuestionó la reforma que se quiso hacer en la educación a partir del 2006. ¿Cuál crees que debe ser el rol de las religiones en torno a la reforma educacional?
En este debate de la reforma educacional empiezan a haber defensas corporativas bien fuertes. Cada rector o institución defendiendo su rancho y tratando de tener un poco más de recursos, pero la discusión sobre el nuevo sistema educativo debe sobrepasar las defensas corporativas. Debe ser un debate de cuál es a futuro el modelo que queremos. Cuando se empieza a confundir quiénes cumplen labores públicas y se empieza a decir que los privados las cumplen, es tremendamente peligroso. Es una discusión compleja porque empezamos a hablar de cuál es el modelo de Estado que queremos. Si queremos o no continuar con la lógica subsidiaria, donde más del 80% de la matrícula es privada y el Estado a través de becas y créditos subvenciona a otros para que cumplan la labor educativa, que pueden ser proyectos ideológicos súper específicos como lo es el proyecto católico. Es legítimo preguntarse si la gran mayoría de los chilenos a través del Estado queremos financiar proyectos altamente específicos como el de la Universidad Católica y de la Universidad de los Andes. Entonces a mí me parece una locura cuando se cuestiona que el Estado deba tener una relación distinta con sus propias universidades, cuando es lo lógico que si la sociedad quiere tener universidades, es a través del Estado la forma con la que lo puede canalizar. Entonces, se han generado hartas resistencias a esta discusión, incluso cuando la reforma educacional que plantea el gobierno no pretende una transformación estructural del modelo educativo como lo hemos exigido los estudiantes.
Con el lucro operando pese a estar prohibido por ley, ¿existe solución en el Chile actual?
Pasa lo mismo que adentro de la universidad. Es un asunto de correlación de fuerzas, y no con los parlamentarios y ex dirigentes estudiantiles, sino contra los empresarios de la educación que son un tremendo poder. ¡Sólo las tres universidades que pertenecen a Laureate — red internacional de universidades privadas, en Chile dueños de Universidad de Las Américas, Universidad Andrés Bello y Universidad Viña del Mar— representan el 10% de la matrícula total de la educación superior! Estamos hablando de dimensiones gigantescas y es a los grupos económicos a quienes tenemos que hacer el peso. Hoy el poder político es un instrumento para el poder económico. Las posibilidades más bien están en cuál sea la fuerza que nosotros logramos acumular. Tenemos que estar atentos a los momentos en que haya resolución de ciertos aspectos del conflicto porque resolución de todo el modelo no va a haber, al menos en el corto plazo, por lo tanto la capacidad que tengamos los estudiantes de darle proyección a la lucha estudiantil y de entender que esto no se acaba con la reforma de Bachelet es lo importante.
También el movimiento estudiantil debe aprender a ganar, porque llevamos tantos años en una lucha que pareciera ser infértil, aunque gane en otros sentidos, como haber cambiado los sentidos comunes del país, haber cuestionado todo el modelo de democracia, haber posicionado nuestras organizaciones estudiantiles, haber motivado a otras organizaciones sociales a levantarse... Pero aún no hemos ganado en el tema de las demandas. A veces tengo la sensación de que existe un temor a amarrar ciertas demandas pensando que eso pudiese liquidar al movimiento estudiantil, y yo creo que éste tiene que constituirse como un actor permanente en la sociedad chilena.
Futuro distópico. Año 2020, la educación pública murió. Dra. Sepúlveda: ¿qué dice la autopsia?
Capitalismo. Capitalismo como la enfermedad de base, pero es un asesinato, no una muerte natural, porque en Chile como en ninguna otra parte del mundo se ha desmantelado el sistema de educación pública y hay un esfuerzo notable para favorecer al privado frente a lo público. Lamentablemente, si es que se implementa la reforma de Bachelet tal como está, esto va a continuar y probablemente el 2020 ya no queden colegios municipales. Desde los últimos 30 años se han cerrado más de 800 colegios municipales y se han creado más de 3.000 particulares subvencionados. Entonces, hay un beneficio directo hacia las instituciones particulares y si es que no ponemos como prioridad el fortalecimiento del eje público, lo que nos están prometiendo hoy día es muerte directa al sistema público de educación.
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