29 abr 2014

A los tres goles


Por Valentina Aguilera
Se miraban unos a los otros, la ansiedad los mataba minuto a minuto. Odiaban esa espera eterna, cuando la inmovilidad y la tranquilidad se hacen presente, recalcando su muerte y la imposibilidad de tener el control de ellos mismos.
Los azules miraban a los blancos. Los de arriba siempre miraban recelosos a los de media cancha, envidiaban su compañía. Y qué decir de los que se encontraban en la casucha de metal; siempre solos, esperando a que llegase su gran momento para evitar que esa pelotita no entrase a su pequeña y solitaria cueva.
Siempre se encontraban en el mismo lugar. El pasaje Dr. Sótero del Río era su casa desde hace mucho tiempo. Los años habían dejado huellas en su pequeño escenario, ya tan gastado por el uso de miles de almas. Siempre a la espera de que una de ellas quisiera tocarlos, moverlos, hacer que recobrasen vida una vez más por pequeños instantes.
El taca-taca de Letelier comienza un nuevo día. Es trasladado desde temprano desde el oscuro edificio a las fueras del pasaje, para iniciar una vez más su actividad. Sus pequeños jugadores cobran vida con cada partido. Siempre es al mejor de tres. Tres goles, un ganador. A los tres, blancos y azules, vuelven a su muerte momentánea.

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