30 abr 2014

Mala Onda: De animales y bestias

Por Akela
Valparaíso en llamas. Dos mil casas (y contando) totalmente destruidas por el incendio más voraz del que el puerto tenga memoria dejando a más de diez mil mujeres, hombres y niños sin hogar, sin ropa, sin bienes, con una vida entera perdida bajo las cenizas del desastre. Una gran cruzada humana se ha formado para ayudar a quienes están viviendo en carne propia una tragedia imposible de dimensionar para quienes tengan un techo donde guarecerse, porque lo perdido en Valpo no son solo “cosas materiales”, sino algo tan abstracto y tan profundo como la vida misma. Miles de voluntarios fueron convocados a ayudar y enormes colectas se han hecho bajo diferentes organizaciones como universidades, colegios, bomberos, sindicatos, etc. Las organizaciones sociales parcharon donde el gobierno y las empresas miraron hacia el lado, salvo para enviar militares a impedir saqueos o flexibilizar el pago de créditos (tremenda utilidad) y hubo tanta gente dispuesta a ayudar que las autoridades porteñas literalmente tuvieron que hacer un llamado para no ir al puerto, porque no había capacidad para mantener a los voluntarios y a las víctimas en Valparaíso.


Mientras tanto, las redes sociales eran utilizadas para lo que sirven las redes sociales: para nada. El gato #FuerzaValpo fue trendingtopic en Twitter y el usuario promedio de Facebook expió sus culpas compartiendo fotos de la tragedia, todos profundamente conmovidos desde la comodidad del computador, enviando buenas vibras, fuerzas (¿Qué mierda significa “enviar fuerzas”?) y rezando por las víctimas, como si buscaran desesperadamente mostrar lo preocupados que están. Esta actitud neoliberal capitalista, de guardar las apariencias para buscar la normalidad y esconder la tragedia, es un síntoma tremendo de que algo horrible se ha quebrado en la sociedad y que vivimos las consecuencias de no combatirlo con fuerzas; la indolencia individualista se ha arraigado en nuestra cultura.
Estos días se ha hablado mucho sobre por qué ocurrió el incendio y muy poco sobre como se pudo haber evitado. Se ha dicho que ocurrió por culpa de los basurales en las quebradas, que la gente de las tomas de terreno es sucia y mala clase y que comparten la responsabilidad por haberse ido a vivir ahí, donde no se debía construir nada. Nadie ha puesto el grito en el cielo por la pobreza, por la vulnerabilidad social y porque en el Chile de la OCDE existen favelas ocultas bajo el manto del desarrollo, menos ha habido sanciones a quienes ignoraron las advertencias del jefe de emergencias de la municipalidad de Valparaíso, quien envió más de 3 informes distintos sobre la alta probabilidad de que hubiera un gigantesco incendio en los cerros afectados. Pero hemos aprendido a mirar a un lado, hemos aprendido a normalizar estas situaciones y aceptar que esta gente existe y que no tiene por qué importarnos; siempre habrá pobres, siempre habrá pobreza y no vale la pena arriesgar nuestra valiosa y pujante economía para hacer algo por ellos. Chile no está dispuesto a poner en riesgo sus Starbucks y celulares para eliminar a los más vulnerables.
Sin embargo, cuando ocurren estas tragedias, no podemos evitar como sociedad sentirnos mal, no podemos mirar al lado cuando una tragedia de dimensiones mayores ocurre frente a nuestros ojos, así que liberamos esta culpa fingiendo que hacemos algo al respecto o que fuimos parte de la ayuda que esa gente tanto necesitaba. Por eso tanto #FuerzaChile, tanta foto con frases cursis y tanto rezo, porque aquellos que chupan la teta del sistema económico se sienten juzgados en este momento, se sienten mal por sus retails, por su tarjeta de crédito, por elegir la frivolidad y el consumo en vez de una sociedad más equitativa y más justa. Esta actitud tiene su punto culmine con los mal llamados “movimientos animalistas”.
Primero, los humanos somos animales y si un movimiento animalista no tiene una vocación humanista de igualdad entre las distintas especies, es un movimiento penca y falso. Por eso fue extraño encontrarse no solo que había una convocatoria para ir a ayudar a las mascotas en Valparaíso, sino que fue el grupo con mayor convocatoria de todos. El escritor Rafael Gumucio acusó este hecho en su cuenta de Twitter diciendo “Algunos Hipsters fueron a salvar gatitos y perros mientras Valparaíso ardía y sus compatriotas luchaban por sus vidas #verguenzaajena” y fue ampliamente repudiado por agrupaciones animalistas, quienes le desearon lo peor. Sin embargo, ¿hay algo erróneo en este comentario? El incendio en Valparaíso no había terminado y había weones estúpidos preparando las maletas para “salvar a las mascotas”, importándoles una raja el dolor de las familias que habían perdido todo (incluidas sus mascotas) y que peleaban una dura batalla contra el fuego.
Todos amamos a nuestras mascotas y son muchos los que amamos a los animales (diablos, hasta Hitler tenía fama de ser un amante de los perros y la naturaleza) y me parece bien que los voluntarios que vayan se preocupen de darles protección y alimentos porque son parte de la familia, perros y gatos son compañeros de vida y tienen que ser atendidos, pero acá estamos hablando de un escenario distinto; existe un número no menor de idiotas que no solo no le importa un carajo la pobreza, sino que activamente finge que no existe o que es un problema menor. Esta gente hizo el cálculo y desde su “superioridad intelectual” se dio cuenta que las mascotas eran bonitas, tiernas, cariñosas y leales y los pobres no, así que era aceptable darle prioridad a las mascotas, porque había que combatir la “superioridad racial de los humanos”. Los voluntarios de Valparaíso ya estaban ayudando a las mascotas, incluso había brigadas de veterinarios barriendo los cerros, pero eso no importaba, porque las mascotas merecían la prioridad sobre las víctimas humanas, quienes no tenían ni cuatro paredes donde cagar en paz.
Hemos olvidado lo importante, hemos dejado que la gente con plata nos transmita sus preocupaciones banales y su culpabilidad de clase. Nos importa más la serie gringa que sale los domingos que el compatriota que sufre el hambre y frio, quien perdió su casa y su dignidad. Los animales sentimos la empatía, sabemos la importancia de cuidarnos como especie y aunque tengamos que comernos unos a los otros, entendemos que hay un equilibrio que mantener y vidas que salvar si podemos.
Solo las bestias se preocupan de ellas mismas, solo las bestias fingen preocupación solo para cuidar lo que tienen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario